Mi amigo Eduardo Rey

El 26 de marzo a las seis de la tarde en la capilla del colegio Alpamayo, se celebrará una misa por Eduardo Rey, quien hace un año partió al cielo. La misa podrá ser seguida vía Facebook live de la cuenta del Padre Hage. El Padre Mario Arroyo traza unos recuerdos de Eduardo, gran amigo, esposo y padre.

Ha pasado ya más de un año desde el triste fallecimiento de Eduardo Rey, un gran amigo, supernumerario del Opus Dei, con quien me unía una entrañable amistad. Sean estas brevísimas líneas un sentido homenaje a su persona y un reconocimiento a la hermosa familia que dejó.

Su sencillez y sinceridad eran desarmantes, todo un ejemplo del cual pude aprender bastante.

Coincidíamos con cierta frecuencia en convivencias o retiros. Recuerdo claramente su actitud de lucha cristiana, en el buen sentido de la palabra: esfuerzo interior por no conformarse con los propios defectos, determinación por superarlos con la ayuda de Dios. En este sentido, nunca se dio por vencido y siempre cultivó la esperanza; a mí me conmovía su determinación y su capacidad de recomenzar y rehacerse, una y otra vez. Su sencillez y sinceridad eran desarmantes, todo un ejemplo del cual pude aprender bastante.

De vez en cuando me planteaba problemas morales, surgidos al calor de su vida familiar o profesional. Alguna vez, verdaderos dilemas. No sé si siempre fui capaz de darle el consejo acertado, pero él siempre me tuvo toda la confianza, por lo que siempre le estuve muy agradecido.

Siempre tenía a flor de piel la preocupación por que todos estuvieran cerca de Dios

Tenía en el corazón a su familia, no era para menos, supo formar una hermosa familia unida. Disfrutaba tanto de sus hijos como de los nietos que iba teniendo. Siempre tenía a flor de piel la preocupación por que todos estuvieran cerca de Dios y, a ser posible, se acercaran a los medios de formación que la Obra imparte.

Estaba muy preocupado por el ambiente de los jóvenes, al que veía en extremo frívolo y frío frente a las cosas de Dios. Un tema que nos unía era precisamente ese, de esas charlas salieron ideas muy interesantes, algunas de las cuales después he tenido oportunidad de llevar a la práctica.

Siguió con gran ilusión el proceso vocacional de una de sus hijas, que pidió la admisión como numeraria del Opus Dei. Con frecuencia me pedía oraciones por ella, y se admiraba de su determinación y entusiasmo con su vocación.

Por azares del destino tuve que regresar a México, país de donde soy originario. Eduardo tuvo el detalle de visitarme en una ocasión en la que viajó por motivos profesionales. Me invitó a un restaurante y me puso al tanto de la labor de la Obra en el Perú, así como de las novedades de su familia.

Creo que esas dos realidades eran una síntesis de su corazón: su familia y la Obra, y a ambas siempre las supo poner en primer lugar, armonizarlas y dedicarles la vida

Creo que esas dos realidades eran una síntesis de su corazón: su familia y la Obra, y a ambas siempre las supo poner en primer lugar, armonizarlas y dedicarles la vida. Por eso creo que su vida, si bien más breve de lo previsto, fue una vida plena.

Recuerdo que me pidió oraciones de su padecimiento final, el que lo llevó a la tumba. Tuvo que ejercitar la paciencia en grado heroico dentro de la clínica en donde estuvo internado. Creo que supo llevar con fe las incomodidades y continuos imprevistos, que finalmente lo condujeron a mejor vida. A la fecha lo sigo encomendando, esperando que su vida siga dando frutos a través de lo que sembró en su familia y amigos.

Padre Mario Arroyo