“La gente espera un testimonio vivo del amor de Dios”

El último domingo 4 de setiembre, el Prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, confirió en el santuario de Torreciudad la ordenación sacerdotal a seis diáconos de la Prelatura del Opus Dei, que han desempeñado su profesión durante varios años y terminado los estudios eclesiásticos. Entre ellos, hay un peruano, Alejandro Arenas. También un mexicano y 4 españoles.

Alejandro Arenas saluda al Prelado del Opus Dei, Monseñor Javier Echevarría.

Alejandro Arenas, tiene 50 años y es el mayor de 3 hermanos. Dos de ellas mujeres. Durante diez años, antes de iniciar su preparación en Teología, trabajó como comerciante de productos hidráulicos. Ahora llega al sacerdocio con la ilusión de “despertar el deseo de Dios y de bien en los demás”.

¿Cuál fue tu experiencia profesional antes de optar por los estudios eclesiásticos?

Soy licenciado en Ingeniería Mecánica. Me formé en la Universidad Nacional de Ingeniería, en Lima. Durante los últimos 10 años trabajé como comercial de sistemas y accesorios hidráulicos.

¿Qué aficiones tienes?

Fútbol, novelas de acción. Soy hincha acérrimo del buen fútbol: el fútbol español me fascina.

¿Qué te ha movido a ordenarte sacerdote?

Sobre todo el afán de servicio.

Alejandro Arenas es sacerdote y estudió en la Universidad Nacional de Ingeniería antes de optar por el sacerdocio
¿Qué espera la gente de un sacerdote? ¿Qué caracteriza principalmente a un sacerdote?

La gente espera un testimonio vivo del amor de Dios. Un sacerdote debe reflejar esto.

¿Piensa que son necesarios muchos nuevos sacerdotes? ¿Qué perfil deben tener?

¡Por supuesto! Deben ser alegres, deportistas y muy optimistas.

¿Qué papel debe desempeñar el sacerdote hoy, un sacerdote en el siglo XXI?

El de toda la vida. El que siempre ha tenido desde que fue instituido por Jesucristo: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28.19). Aunque este mensaje lo dirigió a todos los cristianos, el sacerdote debe ir por delante, pues es su oficio y su obligación inmediata, del cual deberá rendir cuenta estrecha al final de su vida.

¿Cómo será su día a día, cómo será su actividad pastoral, dónde la ejercerá, le gustaría irse a otro continente?

No lo sé aún, pues debo terminar antes la tesis doctoral en teología, que la estoy desarrollando en el campo de la liturgia, estudiando a un liturgista benedictino español: Don Manuel Garrido Bonaño. Pero lo que sí estoy seguro es que regreso al Perú y después a donde haga falta.

La sociedad actual genera soledad y falta de diálogo, muchos buscan respuestas y soluciones por uno mismo, fuera de la Iglesia o de instituciones… ¿Qué papel puede tener un sacerdote en el acompañamiento espiritual a las personas, una a una?

Como ha alertado repetidas veces el Papa Francisco, no podemos dejar que se instaure en el mundo una sociedad egoísta, donde se pone como fin absoluto el propio bienestar material al margen de las necesidades de los demás. Creo, sinceramente, que la existencia de personas de conducta ejemplar y de permanente inclinación hacia el bien de los demás, desprendidas de sí mismas, cuyo motor sea el Amor de Dios, es clave para iniciar un proceso de conversión en las personas que se encuentran en esa situación indicada arriba. Tanto el seglar como el sacerdote católico se encuentran en esa tesitura: hacer despertar el deseo de Dios y de bien en los demás. Pero el sacerdote –hombre como los demás, con miserias y errores, pero elegido con una vocación divina­– tiene un cometido que va más allá de sus propias energías: la administración y distribución de los sacramentos. Y aquí, su papel es fundamental: primero alimentar y apacentar a los demás miembros del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia; y luego con su conducta, acercar a los demás hombres para que descubran eso que poseen sin saberlo, una sed de Dios y una gran capacidad de amar.

¿Cómo han tomado sus familiares y amigos su decisión de ser sacerdote?

Toda mi familia está muy contenta e ilusionada. Son bien conscientes del gran don que significa tener entre la familia a un familiar sacerdote. Entre mis compañeros y amigos, ha sido una grata sorpresa.

Ahora me queda corresponder, con la gracia de Dios, a todos los sacrificios, esfuerzos y oraciones que han realizado primero mi familia (por mi larga ausencia: llevo seis años en España), y luego mis amigos y compañeros. Y como les decía, las oraciones son de ida y vuelta: yo les devolveré el favor con mis oraciones mientras ellos siguen encomendándome para que sea un sacerdote bueno y fiel como lo fue san Josemaría Escrivá.