Expedición Atumpata

El Centro Cultural Tradiciones, de Lima, organizó una expedición a la sierra sur del Perú, para realizar trabajos de voluntariado en un pueblo de la sierra de Abancay. Asistieron quince universitarios de las ciudades de Lima y Arequipa.

Abancay es la capital del Departamento de Apurímac, en la cordillera sub-oriental andina del Perú. La ciudad está asentada a los 2300 m. de altitud, a mitad de recorrido a la cumbre del Ampay, cuya cresta siempre nevada alcanza los 5223 m.s.n.m. Apurímac es el segundo departamento más pobre de los 24 que conforman el país.

En la primera semana de agosto, un grupo de odontólogos y estudiantes universitarios, convocados por el Centro Cultural Universitario Tradiciones, se dirigió allá con la finalidad de realizar trabajos de voluntariado en una comunidad ubicada en la periferia de Abancay, llamada Atumpata (en quechua significa “gran explanada”), que cuenta con 500 pobladores dispersos entre los cerros y quebradas. A este proyecto de ayuda social se le bautizó como: Expedición Atumpata.

Las quince horas de camino por carretera que separa Lima de Abancay fue tiempo propicio para que los 15 “expedicionarios” se fueran aclimatando e intercambiaran ideas acerca del trabajo que se realizaría. Por parte de los odontólogos, se llevó materiales e instrumentos para realizar tratamientos dentales y de higiene oral. Los estudiantes llevaron todo lo necesario para rehabilitar la escuela primaria. Gracias al apoyo de una empresa se pudo conseguir pintura para las paredes, pizarras y puertas de la escuela, donde estudian 70 niños de la comunidad campesina. La gran explanada formada entre los cerros da lugar a la reunión de varias casas, la escuela primaria y la iglesia en construcción. Aquí se instaló el lugar de atención dental.

El primer día se contactó con la profesora de la escuela, quien había promocionado la llegada con una semana de anticipación, por medio de un cartel escrito con plumón en el que avisaba los servicios odontológicos que se brindarían. “Es importante colocar este tipo de anuncios con anticipación porque muchos comuneros viven en las alturas a horas de distancia y nos es fácil llegar rápido a todos”, comentó.

Muchas madres venían después de dos horas de camino cargando a sus pequeños hijos para recibir la atención gratuita que se ofrecía. Entre charlas de higiene oral, extracciones, curaciones y fluorizaciones, más de cien personas entre niños y adultos recibieron atención. “Ver las sonrisas de los niños de la comunidad ha sido mi mejor recompensa” afirmó Alfonso Sánchez, uno de los odontólogos del grupo.

Por otro lado, estaban los universitarios, que con yeso y espátulas resanaban las paredes de adobe antes de pintarlas. “El trabajo fue duro ya que se tenía una meta que cumplir. Pienso que nunca antes había trabajado tanto, pero estoy muy contento porque sé que esto servirá para que los niños puedan estudiar mejor”, expresó Miguel Alva, estudiante de Administración de Servicios de la Universidad de Piura. Al final del último día, Karlo Lam, quien viajó desde Arequipa, remataba con una brocha delgada los números que indicaban el nombre de la escuela primaria. “No quisiera irme sin que se haya terminado todo lo planeado. Esta es una enseñanza de san Josemaría: lo importante es poner la última piedra”, expresó con mucha decisión Karlo, mientras terminaba el trabajo sobre una banca.

Al final todos los expedicionarios ofrecieron un show a los niños y se repartieron cajas de cereales a todos gracias a la donación de otra empresa. Sin duda fue una experiencia inolvidable para todos.